Las hermanas Simili, mitos vivientes de las masas en Italia, hablan de los errores más comunes con la pasta, las preparaciones ideales para novatos y otras claves de su adorada 'sfoglia'.
A continuación parte de la entrevista realizada por Monica Escudero para elcomidista.elpais.com/
Sus dos libros, editados en España por la editorial Libros con Miga con los títulos Pan y dulces italianos y Pasta fresca italiana (en italiano Sfida al matarello, literalmente “desafía al rodillo”), han vendido en los últimos 15 años más de 70.000 ejemplares, y han convencido a una legión de panaderos y sfoglinos de todas las edades de que amasar en casa no solo es posible, sino también recomendable y tremendamente placentero.
¿Podrían contarnos un par de cosas que sepan que los no italianos suelen hacer mal con la pasta y explicar cómo se hacen correctamente?
En general, lo que vemos es que mucha gente no le da demasiada importancia a la correcta cocción de la pasta fresca: no piensan que hay que hacerla hervir a fuego fuerte, o creen que se puede escurrir como unos macarrones con un escurre verduras. Lo malo de este sistema es que a la pasta fresca le caen encima unos 4-5 litros del agua de cocción, que la aplastan y la rompen.
Hay que dejar cocer la pasta fresca pocos minutos –2-3 si es del mismo día, 4-5 como mucho si es del día antes y ya está seca–, y probarla siempre, porque cada uno tiene su propio criterio. Los tallarines, las pastas rellenas o los ñoquis no se deben escurrir: lo más correcto es pescar la pasta fresca directamente del agua con una espumadera. Luego está lo del aceite: ponerlo en el agua es un error, porque crea una película escurridiza en la pasta que no es buena.
¿Cuál es su plato favorito de la gastronomía española?
La gastronomía española nos gusta mucho. Margherita prefiere la tortilla, y a mí me gusta mucho la paella. El gazpacho también lo hacemos muy bien. España e Italia son países que se parecen mucho, la gente, los ingredientes. España es un país que amamos, tenemos casi toda nuestra familia allí, entre Canarias y Valencia. La consideramos una segunda patria. Nuestra relación con este país ha sido de duro trabajo y de felicidad: en 1976 nos fuimos a vivir dos años a la isla de La Palma, para ayudar a nuestra hermana con un negocio.
Pensábamos montar una heladería pero luego empezamos a vender pizza y cuando vimos que la pizza no tenía mucho éxito, acabamos haciendo dulces y pasta. Éramos los únicos italianos, nos tenían que enviar productos por avión, recuerdo tener que ir al aeropuerto a recoger la nata o los champiñones que no se encontraban en la isla. Tenemos el recuerdo de tanto trabajo duro pero también de mucha felicidad, la gente que nos ayudaba, los baños al final del día. Por eso también nos encanta poder leernos en español, cuando hemos recibido las copias de los libros traducidos ha sido maravilloso, ¡una emoción muy grande!
Fuente: El País /
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